NUESTROS MONTES
He
escrito varios artículos incitando a la prevención de
incedios. Y como los políticos no me hacen caso; vuelvo a repetirlo otra vez, ante que llegue el verano, pues no nos vendría mal a los canarios, analizar el por qué
los conatos de incendios queman más extensiones arrasando a tantos animales,
cuartos de aperos y viviendas que antaño.
Desde tiempos inmemoriales en Canarias
ha habido conatos de incendios, sofocados con más o menos fortuna; pero nunca
jamás propagado tan extensamente como en la actualidad en las medianías. Ahora
que hay técnicos, helicópteros, hidroaviones, ejércitos con soldados
especializados, universitarios con multitud de títulos… al servicio de la flora
y la fauna de Canarias. Y además avalado con leyes y más leyes
medioambientales; nunca un fuego se ha propagado en las proporciones actuales,
¿qué falla? No vendría mal un poco de humildad a los políticos que cobran por
preservar nuestros bosques, sentarse sin la prepotencia que los caracteriza,
escuchar a los lugareños, y analizar los métodos que nuestros antepasados han
utilizado a través de todos los tiempos para apagar los incipientes incendios.
Mi reflexión y mis sugerencias las avala el haber vivido “en y del campo”.
Nuestro monte era el motor económico agrícola-ganadero.
Hace cincuenta años los montes en
Canarias los podíamos aprovechar todos los que vivíamos en ellos (eran
nuestros). En la zona de la laurisilva (brezo, faya…) podíamos coger la comida
de nuestros animales (vacas, cabras, ovejas…) Y hacer una buena cama que se
trituraba puñado a puñado con un machete o mocha, utilizando de yunque un
tronco de madera gordo para que no durmieran sobre sus excrementos. Todos los
días se limpiaba la cama y se depositaba en un estercolero, situado próximo en
forma de oquedad para agruparlo y facilitar su fermentación, ayudado con el
purín (orines de los animales) que se vertían en la parte superior y así
aprovecharlo como abono orgánico.
La laurisilva era el motor principal de
nuestra economía: alimentaba a los animales, servía de cama, abonaba a nuestras
huertas (gavias en Fuerteventura) las cuales nos obsequiaban frutos ecológicos
con sabores diferenciados e inigualables comparados con los que consumimos de
los supermercados.
Nuestros montes eran nuestros. Todos
podíamos acceder y aprovechar lo que la función clorofílica en presencia de
nuestro astro rey (El Sol) transforma silenciosamente y pausadamente en materia
vegetal, acompañado de los cantos de las aves al alba y al ocaso; inigualado
por ninguna orquesta sinfónica. Nuestros montes eran nuestros, hasta que pasó a
tutelarlos el Estado con la oposición de los agricultores, prohibiendo que los
podáramos.Todos los árboles se podan y entresacan para que se den más
frondosos o por lo menos así se hacía antaño. Esta situación actual
perturbadora ha dado lugar inexorablemente a abandonar el campo, porque es muy
triste ver a un animal con hambre, escuálido, su cuerpo cubierto de
excrementos, estando su establo rodeado de aromas vegetales que no puedes
coger, ni soltarlos porque los “sabios”, con sus injustas leyes te sancionan
severamente.
Antes había muy pocos agentes
forestales, no había líderes políticos encargados de sofocarlos… Bastaba para
apagar los incipientes incendios con cuatro “magos” portando azadas, machetes,
inteligencia y conocimientos: climatológicos (microclimas), caminos, veredas y
voluntad sobrada. Sí había que hacer un contrafuego, no se miraba el Boletín
Oficial del Estado (BOE) ni el Boletín Oficial de Canarias (BOC); y sin cobrar
un duro, el fuego no se propagaba, aprendan y guarden los cuarenta títulos
Universitarios, ojeen las hemerotecas, porque ahora el fuego se propaga con más
intensidad en las medianías, laurisilva y por la parte alta del monte.
En la parte alta del monte, donde
termina la laurisilva vive el pino canario (todos tienen tres pelos), que tiene
la propiedad de regenerarse cuando el fuego lo asola, en cambio los repoblados
exógenos no se regenera (dato a tener en cuenta en las futuras repoblaciones).
De esta zona se aprovechaba el corazón del pino (la tea) para construir los
techos de las casas, pisos… Asimismo se podía coger las piñas (muy
combustibles) y la pinocha para cama de los animales…
La ley de poner coto a la tala de pinos
indiscriminada ha contribuido a su preservación, pero se ha extralimitado al
prohibir recoger pinocha, sin permiso, (bomba de relojería en presencia de
condiciones favorables para producirse un incendio). Todas estas leyes
restrictivas han llevado al abandono del campo, al ser el monte eslabón
principal de donde vivían los agricultores-ganaderos.
Bueno sería analizar los hechos pausadamente,
sin culpar a nadie, comparándolo con el pasado, escuchar a la gente de campo
para poder evitar catástrofes ecológicas no cuantificables, cambiar las leyes
de la Consejería de Política Territorial del Gobierno de Canarias e Icona del
Ministerio Nacional, responsables de la masa forestal del Archipiélago y las
que subvencionan productos que, podemos producir nosotros (REA) para sin trabas
burocráticas poder:
a) Limpiar el entorno de nuestras casas.
Así no se queman.
b) Sembrar. Servía de cortafuego.
c) Soltar los animales a pastar por el
día. Así están ágiles, conocen los caminos y no se dejan quemar.
d) Que todos los agricultores-ganaderos
vuelvan a ser guarda forestales. Recuerdo, ante la advertencia reiterada de un
guarda forestal foráneo, oír la contestación: “El monte también es mío”. Hoy el
monte también es nuestro pero solo para mirarlo, no para aprovecharlo.
e) Los caminos, veredas atajos se
vuelvan a cuidar y limpiar. Todos estos conocimientos y vigilancia del
agricultor (nuestros visitantes en el verano eran vigilados y enseñados a andar
por el monte) se están perdiendo. Todos éramos guardabosques de “NUESTROS
MONTES”, sin recibir un duro de ninguna institución, el fuego no se propagaba
como lo hace ahora.
Gumersindo Bienes Reyes
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